Los acantilados desafían al paseante, cortando su paso hacia el mar y ofreciendo, sin embargo, un denso bosque de pino carrasco por donde dejan verse halcones peregrinos en su camino probablemente del Montgó, el gran macizo que protege Xàbia. En el mirador de la Punta del Cap Negre destacan, además, las sendas de pescadores que serpentean su costado y que se acercan a las cuevas del Tabaco y de La Mina.